
En 1927, Picasso conoce en la calle a Marie-Thérèse Walter, una joven de diecisiete años que no tarda en convertirse en su amante. La juventud de Marie-Thérèse revitaliza la creatividad de Picasso y lo lleva a reorganizar las formas anatómicas a través de líneas curvas de marcada sensualidad, como El sueño, Mujer desnuda en sillón rojo, La lectura y, sobre todo, Muchacha joven delante de un espejo (1932). Tras Marie-Thérèse, quien lo hace padre de Maya, a la que retrata en Maya con muñeca (1938), entra en su vida otra mujer. Dora Maar, una bella e imaginativa fotógrafa, impulsa a Picasso a nuevas exploraciones artísticas que coinciden con el estallido de la guerra civil española. La pintura de Picasso adopta entonces el dramatismo del negro y los grises y el horror se esparce en formas dislocadas y fragmentadas para componer el monumental friso del Guernica (1937). Aquí, la mirada de Picasso escruta el lado más brutal e inhumano de la civilización, como lo hace retratando a Dora Maar en Mujer llorando (1937), o en los cuadros Gato devorando un pájaro (1939) y El osario (1945).